A TRAVÉS DE COCO CHANEL










Sensual fragancia de aquel perfume exquisito...Menudo olor delicioso el que desprendía su piel, aquel aroma que impregnaba toda la habitación soleada y misteriosa donde, los rayos del sol la iluminaban con frescor de juventud.








Recién salida de la ducha con aquel olor penetrante a crema recién esparcida, se movía pizpireta y atrevida por la habitación a mi despacho desde donde, a través de un diminuto resquicio que formaba ángulo con la puerta de madera de roble, la veía, la apreciaba y la olía. Una fragancia que simplemente cautivaba todos mis sentidos, me impregnaba de su olor y cada vez que yo escribía, levantaba mi mirada al infinito e irremediablemente la dirigía hacia ella.







No era capaz de articular ni escribir como es debido las palabras, perdía el sentido y el hilo conductor de la historia se desviaba de mi ordenador, mis gafas lentamente se iban bajando y mis ojos se clavaban como una lanza punzante hacia aquella mujer que me volvía loco.








Un destello de la luz del sol se reflejó en mi pantalla, me cegó, me puse nerviso y me levanté, encendí un cigarro y luego otro más; miré por la ventana y recordé el ayer, aquellos años pasados en los que paseábamos a caballo por los verdes y frondosos bosques vieneses en los que, sin querer o sin saber, disfrútabamos galopando y sintiendo el aire gélido en la cara mientras sorteábamos pinos, abetos.......y el susurro del viento volvía de frente, hacia nosotros para recordar la belleza de la Madre Naturaleza ........








Cuando salí del sueño y volví a la realidad, quise impregnarme de nuevo del aroma de aquel perfume tan exquisito que, un gran amigo suyo de la infancia, uno de sus íntimos y más preciados tesoros le había regalado junto con muchas más cosas de la misma marca; enternecí al pensar que aquella mujer, era querida por mucha gente, personas que desde hace muchos años pertecenecían a alguno de sus círculos y curiosamente, la adoraban y la querían.













Miré de nuevo por el único agujero de la puerta por donde apreciaba su silueta y, no volví a verla. Quizá seguía leyendo en algún sillón mullido del salón o se divertía contemplando con ver cómo caía el sol lentamente a través de la ventana, cómo se iba adentrando la tarde y los árboles milenarios alrededor de aquella mansión se tornasolaban con el paso de los minutos, de los segundos...












Volví de nuevo, me concentré y escribí el siguiente capítulo de aquel best seller que aguardaba en mi despacho para que, de una vez por todas, lo terminara; seguía oliendo a Coco por toda la casa y aquel aroma me recordaba únicamente a ella, ya se lo había atribuido a ella y nadie más se lo podría quitar.







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