MIRÉ POR LA VENTANA

Sentada en el poyete de la ventana, con mirada absorta y pensativa tras las verjas de hierro forjado, dejaba pasar el tiempo lentamente, sigilosamente como si los minutos y los segundos fueran una eternidad. Allí el tiempo trascurre lentamente y uno no se da cuenta de que la tarde ha caído hasta que anochece. El cielo rosáceo, lleno de pequeñas y dimunitas nubes que invadían el horizonte, el aroma del café recién hecho, el perfume de las flores y el olor a tierra mojada penetraban por todos mis sentidos. Me parecía estar en un sueño, en un paisaje idilico y lleno de luz y encanto. El atardecer estaba bañado por olores, colores extraños y distintos, por sonidos y sensaciones que cautivaban al pintor más entregado por la belleza y el entusiasmo de la vida.

Mi mente se quedaba perpleja y ensimismada en tanta naturaleza, árboles difuminados que iban cambiando sus tonos y colores. Una pequeña neblina blanquecina y suave tapaba los pinos y los abetos y permitía que los colores se percibiesen a través de ella de forma opaca mientras el paisaje se encuadraba entre los reflejos ténues y leves del silencio de la tarde.

El olor a café caliente, el exquisito y delicioso aroma que desprende, me hizo levantarme y romper mi paralización casi total, ante el placer de los sentidos. Rompió mi silencio y me dirigió de forma repentina hacia la cocina luminosa y anaranjada donde me aguardaba otro momento de fascinación ante la preparación primorosa de una deseosa taza de café. Un leve vientecillo entró por la ventana, oscurecía y los rosáceos dejaban paso a los añiles y posteriormente, negruzcos de la noche. Sonidos ocultos y misteriosos se escuchaban por el bosque y detrás de las rejas las salamandras y lagartijas caminaban hacia las paredes de piedra de la casa de campo.

A mi memoria de repente, vinieron múltiples recuerdos de la niñez, de la juventud, de muchas cosas y etapas de mi vida. Se mezclaban y entretejían sin tener conexión ninguna y asaltaban mi mente como estrellas fugaces en el cielo. En aquel salón tan espectacular, bien decorado y armonioso, de corte moderno y exquisito diseño, husmeé entre los libros viejos que habían en una estanteria mientras sonaba música clásica. La tranquilidad reinante era tal que cualquier ser humano podía codiciar ese momento, ese tiempo físico y aquel espacio lleno de paz interior. Me sentía a gusto, sin pronunciar palabra alguna no necesitaba expresar más de lo que sentía. Cerré la ventana, el atardecer cayó sin darme cuenta y las horas transcurrieron ocultas entre la espesura del bosque y el clamor del cielo.

Encendí la chimenea y me senté deseosa del calor que desprendía el fuego. La llama eran al principio escasa y leve pero poco a poco, empezó a coger fuerza y a calentar de forma que hacía la estancia en aquel lugar más maravillosa de lo que realmente era. Miré a mi alrededor y descubrí los tesoros misteriosos de la casa. Cada rincón era una reliquia, muebles antiguos rompían la monotonía al lado de muebles modernos dejando un ambiente cálido y agradable. Marcos de fotos y adornos vanguardistas se exponían por la alturas de los muebles, luz y color desprendían las paredes de color ocre. Miré mis manos, al tiempo que tocaba las arrugas de mi cara y percibí en un instante que en esta vida apenas nos damos cuenta del paso del tiempo, no valoramos cuán importante es vivir día a día con ahínco y fuerza. ¡Cuánto había disfrutado aquella larga y armoniosa tarde, mirando por una única ventana en un único espacio, escuchando el revoloteo de los pájaros y sonido del viento¡ ¡Cuántas tardes de paz y descanso me había perdido soñando en inútiles e inservibles pensamientos de locura y tristeza¡ Y, sin embargo, aquella tarde recordé el ayer y lo añoré de forma ansiosa, pensé en el pasado y escuché desde lejos el sonido del río que corría cerca de la casa, recordé los paseos a caballo por las sendas y veredas de aquel maravilloso Gredos en donde estaba enclavada en ese mismo instante, olí y percibí olores y me percaté de su importancia dando lugar a sinfín de posibilidades creativas y alentadoras descubriendo novedades y sensaciones anuladas de mis sentidos en ciertos momentos.

Al lado de mis amigos y mi familia estaba yo, espectros luminosos que la engalanaban y destapaban las sombras de los sinsabores que tiene, de vez en cuando, la vida.

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