"UN DÍA CUALQUIERA EN LA GRAN CIUDAD DE MADRID" - ¿Quién continúa la historia inacabada?

Me levanté temprano, me duché con agua templada, me di crema por el cuerpo, me vestí, me arreglé y me senté a desayunar en el comedor de aquel lujoso hotel. Por supuesto un delicioso desayuno a base de huevos fritos, un buen zumo de naranjas y un café con leche. Leí la prensa que me ofrecieron, cuando terminé mi ritual diario, pensé qué haría ese día pues lo tenía libre y todavía no tenía nada pensado, no tenía nada concreto qué hacer, no tenía nada planificado;  debía trazar un plan si quería organizar un bonito día de asueto y disfrute en la bella ciudad de Madrid; mi hotel céntrico en plena Gran Vía me permitía acceder andando al corazón de la gran ciudad desde la cual, divisaba una estampa maravillosa.

Eran las diez de la mañana de un soleado día en la gran ciudad, en plena capital de España. Me disponía a salir y saborear simplemente el día, lo que aconteciese y cómo lo hiciese. Tenía una gran oferta de actividades artísticas y culturales por delante que podía hacer, un sinfín de callejuelas y escondrijos del Viejo Madrid por patear y recorrer, un día completo sin citas pendientes.

Me adentré por las callejuelas aledañas a la Gran Vía, atravesé las aceras a buen ritmo, a paso ligero pero saboreando cada rincón que veía; saqué miles de fotografías de cada lugar y me empapé del olor y del sabor de cada calle, de cada plaza, de cada pasadizo escondido. El olor al Madrid Antiguo se impregnó en mí, recordé el ayer, la historia y las leyendas de la vieja capital; escritores que no han parado de escribir sobre Madrid vinieron a mi memoria y me hicieron revivir el ayer, el pasado, la historia de siglos que ya no volverán. Me asemejé a los extranjeros que vienen a nuestra bella ciudad, que nos visitan y que se hacen un verdadero lío con los dichos y frases que se dicen en los Madriles y que ellos, lógicamente no entienden a pesar de haber estudiado el español académico en sus propios países. Les cuesta entender la jerga, los dichos, las frases hechas, los giros de nuestra lengua; si te adentras por las callejas sombrías de estos barrios céntricos populares empiezas a empaparte de palabras que no entiendes a no ser que hayas vivido y hayas compartido alguna conversación con las gentes más dicharacheras de esta gran ciudad.

El bullicio no me gustaba, lo evité por cualquier parte, me evaporé de las calles transitadas y saboreé lo bello y genuino de las plazas interiores, solitarias y vacías; me empapé del olor de los huecos y escondrijos de la gran ciudad y me senté en un pequeño café. Allí me senté un buen rato y saqué mi cuaderno, escribí sin parar, olí el aroma de aquel lugar era mezcla de café, limpieza y casco antiguo...terminé mi café y me fui. Al salir de alli, me metí en un museo y en la iglesia, la del Niño del Remedio. Allí pasé un buen rato, especial y tranquilo, en donde pude comprobar el fervor de la gente.

Paseé por las calles hasta Ópera y desemboqué en la Plaza de Oriente, admiré una vez más el Palacio desde la plaza, sentada en un banco y desde allí, me imaginé múltiples relatos que se podían escribir. Me levanté rápidamente, fui hacia la entrada del Palacio y entré a visitarlo. Un guía encantador nos fue explicando cada una de las salas que estaban hoy en día, abiertas al público.



¿Alguien se anima a seguir el relato? ¿Quién empieza? Entre todos los que escriban la continuación de él, lo podremos terminar...y se reconstruirá. ¿Quién es el primero que escribe la primera frase de continuación?



Alber continuó:

Su prolijo relato no pudo evitar que, rápidamente decayera mi interés en sus palabras y contra toda mi buena disposición me vi soltando unos espectaculares bostezos que, a parte de estar apunto de desencajarme la mandíbula, me llevaron a un estado de incontrolable vergüenza.¡Qué situación tan desagradable, todo el mundo educadamente pendiente del pulcro guía y yo rompiendo sin más, el buen orden de la cultural visita! Todavía alterado por mi reacción, di un paso atrás para perder protagonismo y noté como mi espalda chocaba contra la pared, inopinadamente al apoyarme una falsa puerta se abrió tragándome, al levantarme tras la caída, no pude reprimir un grito de asombro, me encontraba en una sala llena de objetos de tortura. ¿Qué había pasado?¿Dónde estaba? Aquí empezaba una nueva historia que había que desvelar.

Comentarios

  1. Su prolijo relato no pudo evitar que, rápidamente decayera mi interés en sus palabras y contra toda mi buena disposición me vi soltando unos espectaculares bostezos que, a parte de estar apunto de desencajarme la mandíbula, me llevaron a un estado de incontrolable vergüenza.¡Qué situación tan desagradable, todo el mundo educadamente pendiente del pulcro guía y yo rompiendo sin más, el buen orden de la cultural visita! Todavía alterado por mi reacción, di un paso atrás para perder protagonismo y noté como mi espalda chocaba contra la pared, inopinadamente al apoyarme una falsa puerta se abrió tragándome, al levantarme tras la caída, no pude reprimir un grito de asombro, me encontraba en una sala llena de objetos de tortura. ¿Qué había pasado?¿Dónde estaba? Aquí empezaba una nueva historia que había que desvelar.

    ResponderEliminar
  2. Fantástico Alber; ¿Quién sigue el relato, quién lo continúa?

    ResponderEliminar
  3. Entonces me vino a la memoria la parte oscura de esta gran ciudad. Recorde mi adolescencia cuando me quedaba medio adormilado en las clases de historia y empece a recordar todo el sufrimiento por el que tuvo que pasar esta maravillosa ciudad.
    Mi imaginación empezó a volar e intente imaginar todo el sufrimiento de quienes que habían pasado por aquellos objetos de tortura.
    Se me estaba empezando a helar el cuerpo y el alma cuando el guía vino a socorrerme.
    Estaba molesto, era la primera vez que le ocurría algo así, pero al ver los objetos que se encontraban en la sala, la expresión de su cara cambio del enfado al asombro

    ResponderEliminar

Publicar un comentario

Déjanos tu comentario, nos ayudará a mejorar. Gracias.

Entradas populares