HOMENAJE ESPECIAL A TODAS LAS MADRES DEL MUNDO

Gateaba por la alfombra de mi casa y miraba todo cuanto veía, me llamaban la atención los colores fuertes, los cajones, las tablas que estaban en el suelo del salón. Tenía nueve meses y todavía no entendía bien lo que era vivir, solo comía, gateaba y miraba con asombro todo aquello cuanto estaba a mi alcance.


Un ratón blanco y pequeño salió de su escondrijo, me miró y con sus bigotitos color marfil movió una ramita caída en el suelo; me increpó y se me quedó mirando con sus ojos azabaches fijamente pero no se asustó en ningún momento.


Yo permanecía mudo, impávido, quieto, absorto en el ratón del cuento, blanco como el algodón, embebido en cada movimiento que él hacía; sus pequeños y diminutos paseítos por la casa no eran visibles para nadie más que para mí; le seguí a gatas, lenta y torpemente y al final, encontré su guarida; un agujerito diminuto en un rincón de la cocina...miré y no ví nada...volvía a mirar y ...qué susto me di. Unos ojos diminutos se iluminaban en su interior, tantos pares de ojos diferentes que me eché para atrás de repente...eran sus hijitos - pensé, exactamente igual que yo espero a mi madre, espero su sonrisa y su cariño, anhelo sus cuidados...ellos esperarán que su madre, una pequeña ratoncita blanca, les lleve algo de comer, un delicioso trozo de queso, tal vez....Eran varias crías sonrosadas y diminutas con unos ojos abiertos en espera de alimento...no se movían, no hacían ningún gesto, no articulaban sonidos, únicamente esperaban el calor y el alimento de la madre.

Yo esperé a ver si veía o encontraba un trozo del queso que tanto me gustaba y que mi madre me daba a trocitos pequeños, la miré en la cocina con cara tierna pero como acababa de comer mi puré y un yogur, lógicamente no me dio un trozo de queso, ya sería demasiado; entonces seguí gateando por el suelo y encontré un trozo de pan que había caído de un plato de la comida recién traída; lo cogí con mi mano gorda y me acerqué a la casa escondida de aquella familia de ratoncitos. La madre rápidamente se percató y salió en su busca, lo cogió y lo metió de un manotazo hacia dentro....Me miró dándome las gracias...ya tenía alimento para ella y su pareja.

Un gran trozo de queso blanco y delicioso aguardaba en la mesa de madera, bajo la luz del sol; el olor que desprendía era tan fuerte que embriagó el exquisito olfato del ratón macho que también estaba a la "caza y captura" de alimento para las crías, trepó por las patas de la mesa y sin disimulo ninguno, lo cogió y se lo llevo a la madre. Ella con ternura y sumo cuidado lo repartió equitativamente entre ellos dos; si la madre no se alimentaba no podía de dar mamar a sus crías...y morirían sin fuerzas en poco tiempo...

Una madre es capaz de todo por un hijo, le da cobijo, alimento, calor...y amor.

ENHORABUENA Y FELICIDADES A TODAS LAS MADRES DEL MUNDO POR DAR LO MEJOR Y MÁS GENUINO A SUS HIJOS.

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