Un paseo por la playa


Me deslicé por la arena sigilosamente, despacito y sin hacer ruido, hasta llegar a la orilla. Clavé mis pies fijamente en aquella tierra húmeda y fría, y dejé que las aguas mojaran de cuando en cuando aquellos pies pequeños, carcomidos por el sol y por los años. Miré al horizonte,  el mar estaba en calma, muy tranquilo y silencioso. Me relajó ver la quietud de las aguas, el remanso de paz y tranquilidad que despuntaba aquel día tan especial, tal vez, como muchos otros en mi vida pero, sin embargo, aquel silencio me transmitía en aquel mismísimo momento un ápice de esperanza y relax sin saber cómo ni por qué.



Caminé durante un tiempo por aquellas orillas del Mar Mediterráneo, en donde los reflejos del sol caían lentamente en cada granito de arena que pisaba y el vaivén de las aguas sorteaba los poros intrépidos de esa finísima tierra que formaba la Playa Larga. Amanecía poco a poco y la bola anaranjada se dejaba entrever en las aguas que, albergaban los primeros barquitos que habían salido a pescar de madrugada.


Las gaviotas volaban bajo, hacían virajes continuos y caídas en picado en busca de alimento; sus siluetas esbeltas y elegantes se clavaron en mi mente, fulminaron y cautivaron mis cinco sentidos; el sentido de mi imaginación y fantasía voló con ellas y se transformó en un sueño eterno, una alegría indescriptible llena de regocijo, mi pasión por el mar se hizo más patente y real.

Recorrí la playa de punta a punta durante una hora y al llegar casi al final, me senté bajo una barca solitaria, con el mástil roto y con agujeros por donde entraba la espuma incesante de las olas misteriosas y bajas de aquella mañana soleada. Toqué la arena con mis manos, y me recosté sobre aquel madero que la tapaba; miré al cielo y respiré hondo. Escuché el sonido del viento y agradecí aquellos primeros rayos de sol que abrigaban de algún modo, mi alma, ese alma dormida y olvidada por muchas personas que durante mi vida me habían dejado por el camino. Confuso, impaciente e intranquilo, recordé mi pasado bajo aquel viejo madero, reconstruí poco a poco mi vida y, una lágrima cayó silenciosamente por mis mejillas. Intenté recordar el ayer, lo que pasé durante tantos años solo y dormido bajos aquellos techos solitarios en los que viví pero, me di cuenta que el recuerdo del pasado nunca más ha de volver y borré de mi mente aquellos viejos recuerdos tristes y pesimistas, lo anulé y lo taché de mi memoria sabiendo que me hacían daño.


Grité al cielo, susurré palabras a las aguas y mi pensamiento sufrió un vuelco completo. Mi intranquilidad y desasosiego por aquellos recuerdos absurdos en aquel momento de placidez, me incitaron a ser un hombre por un momento, positivo y a apostar por un futuro venidero incierto pero tal vez, maravilloso. Mis gritos por un instante se convirtieron en pensamientos de un ser pensante, lógico y positivo, que debe luchar por mejorar al máximo su existencia y disfrutar de ella en este mundo como si en este mismo momento fuera el último que voy a vivir. Sonreí, tal vez, para nadie, y di gracias por esa vida que me había tocado vivir; me toqué la cara, y me di cuenta que estaba vivo, que mi pensamiento seguía fraguando historias de personajes reales disfrazados con mentes y personalidades muy concretas y, me alegré por seguir latiendo mi corazón y por emocionarme ante aquellas sensaciones de soledad que tiene todo ser humano.
Miré a escasos metros y vi unos niños pequeños, vestidos de blanco que jugaban en la orilla. Sus cabellos rubios y erizados por el viento leve y sonriente, me impactaron y cautivaron mi mente, recordé los cuadros de Sorolla y los situé en cualquier cuadro suyo, bajo las aguas de la playa, con sus pies descalzos y semidesnudos. Jugaban callados bajo los primeros soles de esa mañana, su lenguaje era sencillo, misterioso para los adultos y su sonrisa denotaba la inocencia de la tierna infancia. Quise cambiarme por ellos, anhelé ser un niño de ésos jugando en la playa y haciendo castillos de arena para más destruirlos más tarde; soñé por un instante aquellos pensamientos alegres y simples de los niños en donde únicamente rige el corazón y los sentimientos; los envidié  por su mente tierna y dulce llena de la inocencia y del desconocimiento, carente totalmente de la maldad. Quise cambiarme por ellos por breves momentos pero, recobré el sentido y la cordura y miré a mi futuro, lleno todavía de mucha esperanza y múltiples satisfacciones que vendrán, deseé seguir mi vida tal cual estaba ahora y, mirar al horizonte y al más allá, en donde mis sueños se sigan haciendo realidad y se conviertan en hechos consumados que, un niño nunca podrá desear ni tan siquiera, tener.

Disfruté de mi libertad por un momento y me liberé del pasado, miré al cielo y tatareé una vieja canción que hizo resurgir en mí, sentimientos de lucha y pasión por la vida que todavía me quedaba por vivir, por ese futuro que es ahora, este actual presente ya y, del que todavía, me quedaba saborear muchos momentos deliciosos que la vida nos depara y nos regala. Cerré los ojos y mis lágrimas de alegría fluyeron sin cesar.

Comentarios

  1. Rosa G.V.19:23

    Gracias Almu, por este precioso relato en el que has podido hacerme sentir la brisa del mar en mi cara, el cabello al viento, la suavidad de la arena deslizándose entre mis dedos y ese olor a salitre tan penetrante. Con él he vuelto a mi mar del Norte, al Cantábrico (o Tenebrosu), a los paseos que, ya antaño, daba por la playa de Ribadesella en invierno. Pero sobre todo, por recordar lo valioso que es el ahora, el momento en el que vives. Como dijo Buda Gautama "El pasado ya es historia y el futuro es incierto, el hoy es un regalo por eso se le llama presente"...Procuro no olvidarlo cada día. Un besín.

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  2. El ahora es ya el futuro, es lo que acontece y sin él, no estamos vivos, no sobrevivimos; con el mañana vamos a más. Hay que sentir y vivir el tiempo en que vivimos, al lado de la gente que nos rodea, en el ambiente que estamos....Vive querida, disfruta el hoy que es un maravilloso regalo que tenemos. Abrazos y besos.

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