UN DELICIOSO BONSAI: UN OLMO

El joven olmo lucía una gran elegancia en la alacena de la cocina; un gran ventanal permitía que entrara la luz del sol y creciese cada día un poco más. Una ramita nueva, una o dos hojas verdes y tiernas al día, el tronco madre duro y fuerte se dirigía hacia la luz, se inclinaba, se ramificaba... Una vez a la semana era más que suficiente para regarle, echarle agua abundante, unas gotitas de vitaminas y una vez cada dos meses, un poquito de abono líquido y tierra especial para bonsais.

Ahí estaba, alegre y feliz al lado de la ventana; siempre esperaba a que llegase su dueño, parecía como si le mirase y le interrogase a diario cómo le había ido el día. Era un ser especial, sensible y tierno en aquella cocina moderna y elegante, en la cual se encontraba feliz, a gusto y muy contento.

Alguien se lo regaló a aquel hombre solitario, exquisito y delicioso, quizá para que le hiciese compañía y le alegrara un poquito más la vida. Y en verdad, era cierto. Era una compañía diaria, y viceversa; él le trataba como si fuera un hijo, le cuidaba, le mimaba y le hablaba...le contaba sus problemas y sus angustias y, el olmo fiel y sensible, le escuchaba y hasta le miraba. Cada vez que le salía una hoja nueva el olmo se lo susurraba al oído por la noche, en sus sueños...le incitaba a la relajación y sin quererlo le daba tranquilidad, paz y sosiego. Era un gran amigo, le daba fuerza, coraje y energía; su crecimiento era una de las mayores razones de felicidad para aquel hombre elegante y maravilloso que a veces pasaba días fuera de su casa, viajando sin cesar y, cuando volvía, ambos siempre se hablaban y se sonreían, se contaban sus historias y sus cuitas...

Con el tiempo se hicieron viejos amigos, compartieron ratos juntos y la sensibilidad de cada uno creció y se desarrolló más aún de lo que ambos tenían. El hombre tapó sus horas de soledad gracias a dedicar tiempo al joven olmo que crecía y se desarrollaba cada día más y el olmo encontró en aquel ser humano, una gran ternura, una tremenda sensibilidad en sus palabras y un delicioso aroma y calor humano que nunca en la tienda donde lo compraron, le habían dado.





Comentarios

Entradas populares