LA VEJEZ, DIVINO TESORO

Le perseguía la vejez, no podía despojarse de los años ni de las deficiencias que ello le conllevaba; una silla de ruedas, agachadito y encorvado, conectado al oxígeno veinticuatro horas al día...seguía viviendo. Su mente iba por un lado, su cuerpo otro...y los sentimientos en medio a "flor de piel" se le desataban,  vibraban con fuerza en aquella residencia de ancianos donde los demás residentes estaban peor mentalmente que él. 

Sin embargo, su inteligencia era atroz, su sabiduría magnífica y su talento prodigioso. El entorno no le acompañaba pero aún así, en cierto modo, era su salvación la vida que podía tener en aquel momento. No podía pedir más, le alimentaban, le cuidaban y hasta recibía continuas muestras de cariño y afecto de su mujer, sus hijos y sus nietos.

Sus ojos pillos y vivos se le veían por debajo de las gafas; se las subía lenta y pausadamente, miraba con atención y clavaba su tierna mirada. Era muy fácil hacerle feliz, cualquier beso o cariño que se le diese era suficiente para hacerle sonreír y enternecer ante esas caricias...Su mujer, una dulce y entregada esposa hacia él le demostraba todo el día que era su único quehacer, él y su vida, no tenía otra cosa que hacer..., mirarle, mimarle, cuidarle y quererle. Cincuenta y tantos años juntos son muchos para despegarse de alguien a quien se ama de verdad.

Pero, aquel anciano dulce y risueño todavía tenía coraje y energía, valentía a raudales..Él jugaba al ajedrez muchísimo pero al ponerse enfermo y verse impedido, dejó de hacerlo. Sus manos ya no les respondían, sus rudos movimientos le impedían mover bien las fichas en el tablero, su enfermedad anclada en aquella silla de ruedas le había apartado de echar una o dos o tres partiditas de ajedrez a la máquina con la que se pasaba horas...

Pero el azar de la vida trae no solo sinsabores sino alegrías y vuelven a nacer las ilusiones. De repente, una joven le visitó una tarde y le comentó simplemente que ella jugaba al ajedrez y se había apuntado a un campeonato de ajedrez en su trabajo. Al oírla, se le abrieron nuevos horizontes, nuevas miras hacia el futuro..Y pensó que podría jugar con ella y, así lo hiceron.

Elegantemente vestido, todo un caballero, la esperaba ansiosamente el sábado pasado en su propia habitación de la residencia; despierto y espabilado para la ocasión lucía un gran semblante, una sonrisa agradable, placentera....esperaba y anhelaba su visita, reclamaba su compañía tal vez, la única persona que se había arrimado a él y se había atrevido a retarle al ajedrez en aquellas condiciones.

Su vida era obvio que había cambiado, ya no era el jovencito de hace 50 años, ni tenía la misma fuerza, ni el mismo cuerpo, ni la misma energía física; estaba limitado y supeditado a cuidados continuos y era un hombre totalmente dependiente de los demás, empezando por la dependencia física y emocional de su mujer y siguiendo por la de sus enfermeras, médicos y un largo etcétera...

Sin embargo, su mente y su inteligencia estaban prácticamente intactas; miraba a través de esos ojitos dulces y llenos de vida interior y clavaba la mirada en los ojos de los demás.

Jugaron tres largas partidas al ajedrez. Para aquella joven no fue fácil derrotarle ni zumbarle, tuvo que sudar y pensarse muy bien las jugadas, planear con ingenio los movimientos y diseñar con maestría el desarrollo del juego después de las aperturas. Ganó él, ganó ella la segunda vez y, la última partida, quedaron en tablas.... Magnífico y excelente jugador al ajedrez, un sabio en el tablero que se sabía todos los trucos habidos y por haber. Se notaba que sabía muchísimo, había jugado toda su vida y se sentía a gusto jugando.

Aquella tarde fue tremendamendamente feliz para aquel anciano; desarrolló su imaginación y puso a prueba su sabiduría e ingenio y, lo logró. Sus impedimentos eran únicamente físicos, no psíquicos...Las barreras las traspasó y vio que su mente no tenía límites...Se alegró de seguir vivo y se sintió feliz en aquella silla de ruedas junto a su querida mujer, compartiendo los minutos, las horas o los años que les queden de permanecer, uno al lado del otro.

 

Las emociones y los sentimientos son básicos para todos los seres humanos; cuanto más los desarrollemos más felices seremos. Aquel hombre se sintió feliz, útil y recordó su gran habilidad para jugar al ajedrez...

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