LA NOCHE DE LOS ESPÍRITUS AZULES







La tinta roja sembró en aquel papel cuarteado del siglo pasado una mancha gigantesca que poco a poco, se diluyó completamente hasta quedar borrosa la mitad de la página escrita. El señor Marlorck, se pasaba las noches enteras sentado frente a su mesa de madera de roble bajo la luz de una vela escribiendo sin parar; mientras él escribía viejas historias románticas o tal vez, de viajes a un futuro insospechado, su hijo Bartolomé dormía plácidamente en la única cama que ambos compartían desde hace muchos años.



Una barba blanca le rozaba el comienzo de cada papel nuevo que escribía mientras el tintero se convertía en su más fiel aliado en las noches del invierno.  Azotaba el frío, largas ráfagas de viento se fraguaban fuera de la casa modesta y solitaria en aquellas colinas misteriosas desde las que, en las noches de niebla y vaho no se divisaba más un paisaje fantasmagórico y enigmático.



Los espíritus de la noche se instalaban a las afueras, en los valles y senderos, mientras los hombres dormían; el aullido de los lobos era oído por todo lo ancho del condado repleto de una magnífica acústica que mantenían en vela a nuestro querido anciano, el señor Marlorck. Su vestimenta era sencilla y modesta, su modo de escribir enrevesado y complicado, su manera de ser huraña, silencioso en su forma de actuar, pero una buena persona, no obstante.


Desde la colina más alta en las noches de luna llena se podían oír, sentir y apreciar los sonidos y susurros más misteriosos que uno pudiese imaginar. Parecía un cuento de miedo si es que se puede llamar miedo; oscuras y tenebrosas voces salían de la garganta de un caudaloso río que atravesaba el pueblo al tiempo que los aldeanos del lugar comentaban leyendas relativas a los susurros y lamentos que se oían bajo la soledad de las aguas profundas, en las noches claras y nítidas del invierno y, más aún, en las mismas del agraciado verano para aquellas gentes entrañables que vivían siempre bajo un frío intenso durante la gran parte del año.

Bartolomé dormía plácidamente después de haber cenado una copiosa sopa de ajos y un trozo de turrón la noche más grande del año, el día de Nochebuena que,  para gran parte del mundo entero supone una gran fiesta y más aún, el día siguiente, el día de Navidad.


Marlorck miró por la ventana y se detuvo por un momento a pensar en su vida y en su historia personal, un poco caído, con cierta añoranza por la fecha en la que estaban, mientras veía caer sin cesar los copos de nieve tras el cristal; abrió la ventana y respiró el aire helador de la noche. De repente vio una sombra resplandeciente en mitad de la nieve, se frotó los ojos por si estuviera viendo visiones debido al cansancio acumulado pero,  volvió a ver exactamente lo mismo.

Sigilosamente y con cierto reparo, salió de la habitación, se dirigió hacia la puerta de su casa y la abrió con mucho cuidado. Por obra no se sabe de quién, un espíritu penetró y se instaló frente a él sin saber cómo había sucedido ni cómo había entrado. Asombrado y pálido, le miró fijamente y se desplazó para atrás. La sombra de color azul intenso desprendía mucho calor, llamas incesantes que aumentaban la temperatura del ambiente según se iba acercando al viejo Marlorck.


El primer espíritu de esa noche se dio a conocer y de repente, le increpó misteriosamente en forma de relámpago.


-      Querido Marlorck, te conozco desde hace muchos años, sé lo mucho que vales y lo poco que te das a conocer al mundo entero. Permaneces en silencio bajo esta cueva fría y solitaria, permaneces escondido y oculto, escribiendo día y noche hasta el amanecer. Tus ojos verdes están dañados por culpa de la luz de la vela que alumbra tu mesa; debes descansar, de vez en cuando, y cuidarte. Estás envejeciendo demasiado deprisa y eso no es nada aconsejable para tu salud. Eres muy joven, un gran sabio y erudito; tienes un hijo a quién cuidar…

El asombro de Marlorck era mayúsculo, no se podía creer lo que estaba viendo. Era una imagen fantasmagórica, en tonos azulados que le miraba sin una cara definida, más bien, variaba continuamente la forma de ella según se movía; esa imagen sabía demasiado de su vida y encima, se preocupaba por él, por su salud y más concretamente, por su vista. Marlock por un momento pensó que era un sueño, seguramente estaría soñando debido a la copita de licor que había tomado de más en la cena ya que, si contaba a alguien semejante aparición jamás le creerían.



De repente, la imagen azulada desapareció por obra de magia; la silueta se diluyó como si fuera polvo y se esfumó. La Nochebuena se preparaba un tanto misteriosa ante la llegada de los insospechados espectros que empezaron a pasear por aquella casa llena de magia y encanto.




Marlorck mareado y con sudores en las manos y en la frente, se sentó en un sillón de la casa de madera donde vivía desde hace años. A su memoria le vino un recuerdo de la infancia, un muñeco del mismo color azul intenso que había rodeado al espectro recién visto. Los escalofríos invadieron su mente, recordó y añoró ese pasado y sus memorias volvieron a los años infantiles, a sus mejores años de la infancia en donde los juegos eran símbolo de alegría y vitalidad, propios de su edad. Le vinieron a la memoria añoranzas y recuerdos pasados de su familia, de la casa de sus padres, de la vida tan feliz y dichosa que tuvo con ellos; en ese mismo momento, cerró los ojos y, se quedó profundamente dormido.

En toda la noche, no paró de nevar; la casa se quedó bloqueada por la nieve. Pero aún así, dentro no hacía frío, la chimenea calentaba a todo gas, leños y troncos que durante meses llevando preparando para aquel rudo invierno según los pronósticos dados, ardían sin cesar iluminando en tonos tenues y ocres la casa de Marlorck. El ambiente era cálido, agradable; en una sola palabra, apacible.

Alguien y volvió a molestar y llamó de madrugada a la puerta; un ruido misterioso volvió a encender con más brío la chimenea de forma automática y a calentar más deprisa el reducido espacio. Marlorck aterrado y enmudecido, adormilado en cierto modo,  se levantó del sillón, miró por la ventana con cierta curiosidad y por qué no decirlo, cierto miedo y reparo de encontrar algo raro; fue hasta la puerta y preguntó en voz alta quién llamaba. Una dulce voz femenina, una musa tal vez en sus sueños literarios de escritor, le contestó:

-      Ábreme la puerta, te lo ruego; pertenezco al Reino del Silencio. Soy el furor del viento de diciembre y permanezco inmóvil hasta que alguien me abre su puerta. Si me abres no te arrepentirás.

Esta vez no era un sueño, era una mujer. ¿Qué haría una bella dama en mitad de la noche más celestial de la tierra en aquel paisaje escarpado, nevado y misterioso en aquellas colinas, inhóspitas y frías en plena Nochebuena?

-      No espero a nadie – pensó Marlorck pero, si es una dama creo que debo abrir mi puerta.

Al abrirla despacito y con cierta precaución o tal vez miedo a ser una encerrona en mitad de la noche, entró la nieve con tal fuerza que, Marlock quedó perdió el equilibrio y cayó enterrado bajo ella; tardó en salir bastante, obviamente con la ayuda de Bartolomé que al oír los golpes en la puerta saltó de la cama de un brinco.



Los caballos se alertaron y se agitaron, empezaron a dar coces y golpes contra las paredes del establo; los ruidos en la noche eran más fuertes y potentes de lo normal, se confundían con los fuertes aullidos de una manada de lobos que vez en cuando, bajaban de las montañas en busca de alimento.


Un sendero luminoso verde azulado se abrió paso por la cocina de la cabaña y un fulgor profundo se coló hasta la chimenea. Una bella mujer de ojos azules se plantó enfrente de Marlock, le cogió sus manos y acarició levemente sus cabellos. Su sombra se difuminó por toda la casa, se metió por todas partes y el color azul verdoso invadió cualquier rincón de ella.

-      - Maaaaarloooorck, acógeme esta noche en tu casa, hace frío fuera, la tempestad ha estallado y la polvareda de nieve y viento me persigue. Huyo de un espíritu maligno que me acecha desde hace días y busco consuelo y cobijo.

Tengo poderes sobrenaturales, pertenezco a la casta de los silenciosos, una de las más bajas y ruines de los espíritus que invaden la tierra. Mi voz es apenas perceptible por los humanos…Soy el símbolo de la belleza y la sabiduría que según nosotros, se consiguen a base del Silencio.

Marlock atónito y perplejo se empezó a marear, su cabeza le daba vueltas y ante tal susurro dulce, cayó desmayado al suelo, dormido profundamente. Su hijo Bartolomé perdió el sentido y la compostura, cogió un palo de madera y arremetió contra aquel espíritu que de momento, había conseguido derribar a su padre con sensiblerías y patochadas. Se arrimó a ella y le pegó con fuerza, la acorraló en un rincón, frente a la chimenea y le juró que si decía una sola palabra más la mataría.

-      Lo siento Bartolomé, no puedes golpearte ni derribarme ni tan siquiera matarme. No creo que en tu mente tengas semejantes deseos ni pensamientos  derrotistas ni de aniquilamiento. No intento nada malo; he venido a visitaros únicamente, a buscar una casa dónde guarecerme y un lugar dónde habitar durante mi estancia en este pueblo de montaña.

Aquí donde habitáis vosotros se escucho el silencio, palabra sentida por muchos de nosotros. El Silencio, con letras mayúsculas, significa, el encuentro con el más allá, con la belleza y la armonía de lo que acontece. Si miras a tu alrededor, verás un mundo real lleno de vida, magia y ensueño. Nosotros, Espíritus del Bien llegamos a la tierra cada Navidad o mejor dicho, nos hacemos visibles para los humanos la noche más del año y, mucho más vivos y patentes, el día 25 de diciembre, el día de Navidad. La Paz hoy habitará en la tierra y, los seres humanos, comprenderán el sentido del Amor y de la Verdad.

-      Pero, entonces, ¿qué espíritu maligno y terrorífico te persigue y quiere hacerse visible justamente hoy? No entiendo nada en absoluto.


-      Déjame estar entre vosotros y lo comprenderás. Mi halo de misterio azul invadirá vuestro hogar; tu padre, un viejo encantador que siempre ha luchado tanto en la vida, conseguirá terminar su gran obra literaria y si Dios quiere, la publicará.


De repente, el Espíritu azul verdoso, la Mujer misteriosa se evaporó. Marlorck se despertó de su caída, se levantó y se puso a escribir sin mediar ni una sola palabra ni tan siquiera miró a su hijo ni supo qué había sucedido; no recordaba absolutamente nada.



Amanecía lentamente y por las colinas nevadas se apreciaban los primeros filamentos casi imperceptibles de sol. Lucecitas a lo lejos venían cantando, unos niños tal vez con linternas brincando, susurrando canciones de Amor y villancicos con ilusión. La tierra se agrietó de repente y un sendero luminoso se abrió por el camino nevado hacia la cabaña.

En lo alto de las montañas, una Mujer misteriosa, en tonos azulados y verdosos permanecía inmóvil. Su símbolo era el Silencio, el furor del viento en pleno paisaje nevado, solitario y cercano a un cielo que poco a poco, se convertía en azul más intenso.

Los aullidos de lobos cesaron, los susurros y voces misteriosas de la garganta dejaron de oírse y un Silencio ensordecedor se vio interrumpido por las voces infantiles que venían cantando a lo lejos entonando, ¡Feliz NAVIDAD!

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