INTERCAMBIO DE PODERES MENTALES (I PARTE)

Sus ojos se clavaron en los míos, su mirada la clavó en la mía en un suspiro; me quedé mudo y callado, quieto, inmóvil. De repente el azul de sus ojos se vio reflejado en el oscuro lago del bosque a media tarde y nuestros misteriosos poderes se intercambiaron. Por un momento no supe qué me había sucedido pero algo raro y extraño se apoderó imperiosamente de mí. Pasaron unas cuantas horas y me percaté de lo ocurrido; nuestras almas y nuestras fuerzas mentales se habían intercambiado, habían atravesado los límites de la lógica humana y nos habíamos transmutado ambos, uno en el alma y la mente del otro con los poderes intelectuales también cambiados.


El bosque clamaba silencio humano, el rugir del viento fuerte se oía como un silbido martilleante en los oídos; los vientos huracanados movían árboles y partían troncos maduros; el agua del río se movía con rapidez y la helada de la noche amenazaba y acechaba; el miedo y la soledad, la tempestad incitaba a cobijarse en alguna cabaña o guarida antes de que la tormenta fuera más fuerte. No obstante, el frío helador me tapó la cara, penetró por cada poro de mi piel y me traspasó a otra dimensión en la que me convertí en otro ser diferente; la fuerza, la potencia, la energía y todo el poderío de aquel lobo misterioso se instaló en mi mente y resurgí de la nada. Atravesé bosques a grandes velocidades, corrí por los senderos blancos y helados sin notar apenas frío, nadé por ríos congelados y vi paisajes ensoñadores a los que nunca había tenido acceso. Aquella noche, entre nieblas espesas, nieves y hielos se pasó rápidamente; me convertí en un ser fuerte y sin miedos, mi fortaleza física me incitaba a seguir, a correr, a volar si fuera posible. Por un momento me sentí el hombre más poderoso de la tierra; mis músculos eran potentes y me animaban a deslizarme por el hielo de forma fácil, donde mi silueta era una esbelta sombra en la noche a la luz de la luna.

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