AMOR POR VENECIA (I - II PARTES). MÚSICA: ¡PINCHAR DEBAJO DE LAS FOTOS!




AMOR POR VENECIA 


I PARTE

Venecia sin ti - Charles Aznavour


Después de pasear por las afueras del Palacio Ducal, edificio gótico situado en el extremo oriental de la Plaza de San Marcos, miré por una de sus dos fachadas de reojo, la que da a la laguna de Venecia y vi los colores azul marino a lo lejos y azul verdoso más cerca de mí. Me adentré hasta sus orillas, olí el fuerte aroma del agua, vi los los reflejos tenues del Palacio y me pareció realmente hermoso. Recuerdo aquella mañana, silenciosa y tranquila, recién estrenada en la que me paseé sin cesar, sigilosamente sin prisa alguna, un día soleado de primavera por las orillas de la Laguna. Un golpe de espuma y una gran estela dejó una embarcación moderna que salió de estampida por La Laguna; una joven y atractiva mujer dejó en mí un recuerdo imborrable, me turbó la mente y me quedé clavado allí durante horas sin saber qué decir, qué pensar ni qué hacer. Yo era un simple turista como tantos que contratan un viaje de placer para visitar ciudades y ver paisajes insospechados pero, aquél que acababa de ver después del Palacio Ducal por dentro y por fuera no se me olvidaría jamás. Una cara hermosa, ojos rasgados verdes y un pañuelo de seda en la cabeza, quizá para protegerla del aire y del viento.


Venecia - Pavarotti
Me senté en una terraza cerca del agua y pedí un capuchino. Contemplé las gaviotas que sobrevolaban la laguna y suspiré al cielo, exclamé a Dios susurros y lamentos, rogué milagrosamente a aquel cielo azul turquesa ver el rostro una vez más en la vida a aquella mujer que acababa de fascinar mi existencia y trastocarla tanto. Cogí Il Gazzetino de la mesa de al lado y me dispuse a leer algún titular, mirar las fotos o tal vez, intentar rellenar el crucigrama del final. Pero mi mente estaba todavía en ese rostro, en esa mirada, en aquella mujer desconocida que tan solo había visto un minuto o mejor dicho, mis ojos la habían percibido consciente e inconscientemente. Una parte de mí se había evaporado detrás de ella sin saber si aquellos ojos los volvería a ver algún día, alguna vez o en algún momento. Un enigma completo.


Recordé la desidia de los días que pasó Deyanira Alarcón escribiendo sin parar en aquella ciudad idílica y romántica en Los papeles del  agua de Antonio Gala y, suspiré pensando que mi viaje a partir de entonces me recordaría esa misma nostalgia y esa misma melancolía vividas en el libro, con el mismo desenfreno desmesurado.

¿Cómo podía volver loco a alguien como yo una simple mirada, un instante de miradas cruzadas o ni tan siquiera un instante, algo menos y más pequeño que el instante?




Romanza Veneciana
Vagué sin rumbo fijo por las calles sinuosas y estrechas, por los callejones o ramos, por los recovecos más escondidos, me metí en tiendecitas de antigüedades, crucé los puentes y traspasé la barrera del espacio-tiempo a través de los paseos por esa ciudad tan romántica. Mi mente, mi cuerpo y todo mi ser se trasladaron a una embarcación que había visto escasas horas antes de aquellos paseos deambulando por Venecia, por la ciudad de los bellos atardeceres  y las dulces canciones, recordando aquella visión tan bella. Vi los colores grises y azulados de los canales, escuché la música de un piano que alguien tocaba cerca de una balconada abierta de par en par, toqué las barcas aparcadas en los callejones sin salida, saboreé el olor marino de La Laguna y me empapé de las plazas o campiellos. De todos los lugares por los que pasé guardo el mejor y más genuino recuerdo en mi mente y a través de mi imaginación añoro el tiempo perdido, ese pasado que ya no volverá jamás.

Pero en ninguno de los lugares que visité durante mi viaje de asueto y descanso he encontrado belleza alguna que me cautivara tanto como el semblante de la extraña mujer que vi zarpar en un yatecito por La Laguna. 


¡Cuántas añoranzas y recuerdos le trajeron esos escasos fotogramas que clavó en su memoria, cuando se vio solo y aislado en Venecia, en la dulce y tierna Venecia a la que, posiblemente fuera en busca de refugio por un alma rota y caída!



II PARTE

Pavarotti - Funiculì Funiculà
 Nuestro visitante deambuló sin parar por la ensoñada Ciudad de los Canales, por la que está situada al lado del Mar Adriático y rodeada de agua, de islas, de ensueños y anhelos; estuvo varios días de su largo viaje visitando monumentos históricos y se empapó hasta el tuétano de la pintura y del arte venecianos. La fama veneciana de pintores, arquitectos y escultores data de antaño, de hace muchos años donde esta gran ciudad fue el símbolo del arte por excelencia. Tiziano, Giorgiane, Tintoretto...y hasta los músicos más famosos, uno como Vivaldi nació allí y otros, como Wagner falleció en la Ciudad de las Aguas.


Mientras paseaba y recorría los canales en vaporetto  recordó a Giorgiani en La Tempestad de Manuel de Prada, Premio Planeta en 1997 donde Alejandro Ballesteros llega a Venecia para estudiar e investigar el famoso cuadro atribuido a él. Una trama policíaca e inverosímil en la ciudad del agua y de los poetas, en el amor y la muerte se dan la mano.

Perdió la vista por los canales aquella tarde silenciosa y en góndola compartida con otros turistas se paseó por la Venecia de las pinceladas y los tonos azulados de la Gran Venecia; el olor a pescado invadió su olfato, las barcas meciéndose lentamente al tiempo que los pescadores recogían sus utensilios y aparejos. 


Un sonido, un estruendo, una luz...un estallido de colores venía desde lejos, un yate hacía su entrada por La Laguna y atracaba en la orilla izquierda del Gran Canal o canalazzo como lo llaman, hoy en día, los propios venecianos, a los pies del Palazzo Grassi construido en el S.XVIII para una gran familia rica con el mismo nombre. 


Una joven dama salió elegante y pizpireta, coqueta y atractiva del yate; esbelta y mirando al frente siguió derecha hasta la puerta principal del Palazzo, alguien la abrió desde dentro y ella disimuladamente entró. 
- No puede ser, era la mujer que cautivó hace días mi mente y todo mi ser...igual de bonita, de atractiva y de preciosa.

Pavarotti - Caro mio ben
El Palazzo Grassi era propiedad de un joven empresario François-Henri Pinault desde hacía seis largos años y tenía en su interior una de las colecciones de arte más exquisitas de toda Venecia. Iluminado por el resplandor del mármol blanco y los rayos incipientes del sol de aquella mañana nuestro joven se quedó boquiabierto y ensimismado, creándose una historia sobre aquella mujer; tal vez, una coleccionista de arte o dueña de una de las galerías de arte más prestigiosas de la Gran Venecia ... 





Las góndolas quietas bajo las aguas yacían misteriosas reflejando los bellos colores de aquel hermoso día mientras la música seguía sonando por cualquier parte de la ciudad. 



Comentarios

  1. Anónimo23:40

    Tus descripciones son maravillosas, Almu. Ojalá lo supiera hacer yo.
    Astrid

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  2. Anónimo13:52

    Muy bonito el relato y la música¡ genial todo!.Supongo que continuará.Bss
    Mª del Carmen

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