REVUELO AL AMANECER

Revuelo incesante de los pájaros; volaban y sobrevolaban los tejados, posándose en las torretas y chimeneas. No paraban, sus continuos trinos y algarabía no cesaban; sus giros, sus poses, su imagen, sus cantos...era un conjunto, el nuevo amanecer, el increible despertar matutino que anunciaba el comienzo del día, un sinfín de notas musicales les acompañaban; lograron que abriera el ojo y me levantara, el espectáculo de la mañana se abría de nuevo y los colores anarajaranjados y añiles anunciaban un día soleado del incipiente otoño.



La brisa me sacudió en la cara, temprana y mañanera, como si fuera el leve anuncio del día agradable que acontecía. El sol despuntaba por el horizonte, señorial y espectacular cual bola de fuego que se eleva y comparte con el universo todo su poderío; hizo eco de su elegancia delante mío y me ofreció su mejor amanecer.



Escribir delante de semejante despertar de un día cualquiera en la capital era un lujo, un completo deseo de seguir viviendo y empapándome de los sonidos y colores del mundo, me hacía encapricharme con los amaneceres y despertares, con todo ese mundo que percibimos cuando comienza un nuevo acontecer. El fresco de aquel domingo invadía cualquier objeto y ser que estuviera a la intemperie, el césped recién mojado emanaba efluvios de tierra rociada; los árboles se giraban al vaivén de los sonidos y una brisa fresca penetraba por la ventana. Anunciaba el comienzo de mediados de septiembre, el inicio del cierre de piscinas y niños que acuden al colegio, el amenazado principio del trabajo después de unas vacaciones...


Reinó la paz, se oyó por primera vez el silencio, los pájaros se habían callado y el día estaba iniciado y particularmente, comenzado de buen grado. ¿Qué depararía aquel domingo de últimos de septiembre? Algo tranquilo, todavía un merecido descanso, paz y serenidad en las aguas frías del lago del parque cercano, un paseo matutino a caballo por los senderos y las colinas...¡Quién sabe, solo había comenzado!



El caminante de la noche, misterioso y oculto entre las sombras se había evaporado, había dejado de existir y daba paso a la persistente luz, a esa que siempre está pero no siempre vemos, a la claridad del día y al diáfano paisaje celeste iluminado de puntos imperceptibles a los sentidos. Un sonido a lo lejos, un avión despegaba en este mismo momento del Aeropuerto de Barajas, una estela en el horizonte que dejaba y tras las nubes rosáceas y azuladas; un único sonido que despertaba la mente humana y la cegaba de nuevo con el revuelo incesante de los pájaros.



Un paisaje, una estampa, sin levantarse del mismo sitio...Solo con mirar el horizonte, sin moverse de la silla, ya existía luz y vida...cada partícula en el aire se movía, se empezaban a oír el levantar consecutivo de las persianas, el olor de los primeros cafés recién hechos invadían las terrazas y se saboreaban las magdalenas crujientes y deliciosas de aquel horno recién abierto.




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