AÑORABA EL PASADO

Silencio ensordecedor...sepulcral diría yo. Ni una sola voz, tan solo el crujir de las pisadas en la madera según me adentraba en la casa. Solitaria y vacía, guardaba múltiples recuerdos...Cada paso que daba era uno más, un pensamiento hacia algún momento de la vida de esa persona que acababa de morir....Silencio, penumbra, vacío, soledad, un tremendo sollozo mudo y sin sentido según me paseaba y deambulaba por los escasos cincuenta metros cuadrados que quedaban tras la puerta; tal vez el silencio más profundo fuera la clave para recordar y rememorar hechos pasados.

Cada metro cuadrado era una reliquia, un recuerdo diferente; su olor característico esta impregnado por toda la casa. Cogieras el objeto que cogieras olía a ella, a su perfume, a su crema corporal, a sus polvos y a sus barras de labios. Misteriosa e invisible, muerta desde hace un mes escaso, me perseguía como una sombra que se escapaba y se evaporaba por aquellos pasillos por los que tantas veces había pasado. Me asustaba, me entraban escalofríos, me daba la impresión que me seguía o incluso que andaba paralela a mí y, me miraba. ¿Sería una sombra o un Ángel en mi vida? ¿Tendría espíritu propio y alma celeste?

Miraba detrás mío y no veía a nadie; me daba la impresión que era una persecución relajada y tranquila, sin ninguna malicia ni interés pero si me acechaba de gran modo. Me interrogaba tal vez si lo que estaba haciendo por el bienestar de las personas que ella quería era lo correcto y lo que ella en vida hubiera deseado; no lograba saber exactamente lo que quería ni qué intenciones perseguía pero en su interior, en su espíritu etéreo algo quería.

Abrieras o destaparas, cerrases o golpeases puertas o ventanas, todas crujían de una en una; una radio despertador se puso a funcionar de repente, sonó una canción de Frank Sinatra que a ella le gustaba, se paró en el punto y final de ésta y no volvió a funcionar durante aquella tarde de misterio y sorpresa.

El portero me dio las cartas muy amablemente, cerré la puerta y me senté frente a la mesa de caoba con mucho cuidado, cogí un abrecartas y rasgué con sigilo y en completo silencio cada sobre. Papeles e impresos, facturas, recibos...De repente, abrí un sobre dorado en forma rectangular con un matasellos en francés. Rápidamente lo abrí hasta el final y saqué aquella carta con varios dobleces escrita a pluma. Leí y releí el mismo folio color ocre varias veces hasta que mis lágrimas se derramaron por la mesa manchando sin querer la caoba limpia y pulcra, de igual modo que cuando abandonaron aquella casa.


La nostalgia me invadió el alma al leer aquellas líneas de agradecimiento de un Rector de la Universidad hacia aquella persona fallecida. Él obviamente no tenía conocimiento de la triste noticia ya que, nada más empezar a leerla y a traducirla la invitaba al Acto de Inauguración del Año Académico 2012-13 de la Sorbona que, tendría lugar el día 15 de octubre en la capital francesa. Me quedé sorprendida y perpleja ante esa invitación intempestiva de la cual yo no era partícipe por supuesto. Seguí leyendo como una tonta y cuando me quise dar cuenta las letras me bailaban, los lloros eran desconsolados y fuertes, no podía contener el continuo fluir de mis lágrimas al leer una última consideración al final de esta invitación en toda regla´. En el último párrafo se leía "Puede venir acompañada si usted lo desea, la invitación es para dos personas. Se ruega confirmación".

Por un momento pensé: "Iré yo en su nombre, ella no puede ir ya está en el Cielo y este querido Rector no lo sabe ni tiene ni idea de su fallecimiento". Y tal y como lo pensé lo hice; desde el mismo teléfono de la casa llamé y pedí un billete de avión para viajar ese día a París. Rápidamente la compañía Iberia me lo facilitó y me dijo que me lo enviaría a la dirección que yo le dijera. Me alegré por poder asistir a un acto académico en sustitución de alguien muy añorado y querido para mí.


Seguí abriendo la correspondencia y comprobando los pagos pendientes; permanecí muda frente a aquel televisor que no se encendía desde hacía un mes, miré los libros de las estanterías y los objetos de plata y de madera; el cristal de bohemia ése que le regalé lo volví a mirar de reojo y recordé el ayer, añoré el pasado. Afloraron aún más mis recuerdos de esa persona con la que conviví durante tantos años al desempolvar el álbum de fotos marrón y verde de cuadraditos...entonces sí sentí pena y congoja por ver cómo pasa el tiempo y qué rápida se va la vida...Envejecemos y no nos damos ni cuenta, no percibimos que el tiempo es oro ya que cada minuto es efímero y pasajero, tanto que, no lo apreciamos, no somos conscientes de la rapidez de nuestros relojes, de la rapidez con la que nos salen arrugas en la piel...

Las fotos de cuando eran jóvenes las cogí con cuidado y las guardé exactamente igual que las había cogido. Las cogí simplemente para tocar el paso del tiempo y la añoranza de esos seres perdidos en el universo, de esos dos seres que ya no habitaban en aquella casa llena de leyenda y de historia.

Aquella tarde fue un paraíso de recuerdos, añoranzas, deseos y anhelos olvidados; desterré un poco más su eterno pasado.


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