AÑORABA EL MAR




Añoraba el mar, aquel espacio inmenso azul que no percibía desde hace años. En su mente existía la imagen, la idea, el pensamiento pero su cerebro cuando lo veía y lo tenía delante no lo registraba, no lo percibía, no lo hacía consciente...

Su pensamiento deseaba libertad, un lugar para descansar, un paraíso momentáneo donde reclinar su cabeza y poner su imaginación, fijar su mente, clavar sus sentimientos...Aquél día de verano donde el sol lucía radiante y esplendoroso, donde la claridad y el ambiente diáfano eran las características de un día puramente caluroso del mes de agosto, su mirada se posó fijamente en el horizonte; su amplitud de pensamiento se abrió aún más y su cabeza se reclinó sobre la barandilla desde donde lo divisaba.



Luz y color se abrieron en la inmensidad del océano y sus ojos como platos se deleitaron con la belleza y armonía del mar, esa belleza que últimamente sus ojos verdes y preciosos no veían porque su mente lo cegaba, lo atrapaba, lo ofuscaba en otros deseos y pensamientos...Aquellos fogonazos de azules, tenues y sombreados se clavaron fijamente en su cerebro....al final, le llegó la información del exterior a través de una sensación y una percepción al meollo cerebral, al que articula la mente de cada ser humano. Y, admiró, se deleitó y saboreó el mar, la inmensidad, la grandiosidad, el poderío de la naturaleza en todo su esplendor.


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