HEMINGWAY ENTRE LA GUERRA Y LA TAUROMAQUIA




Un estilo libre, relajado, distinto al de los autores de la Generación perdida, un golpe a la retórica en la que ha enseñado al mundo a vivir con los sentidos, alcanzando la categoría de leyenda. Amante de escribir cartas y recibirlas para evitar la soledad en su escritura. En más de una ocasión se le ha calificado de romántico por oposición a realista y sin embargo, sus crónicas como periodista y corresponsal de guerra en los frentes de Italia, Francia, España y China fueron un fiel reflejo de un carácter realista e impresionista. 

Narró los acontecimientos de forma magistral y profundo sentido humano siendo uno de los ejemplares de la época. Sin duda uno de los mejores y más prestigiosos novelistas y cuentistas norteamericanos que escribe su obra entre 1920 y mediados de 1950; autor que consiguió su éxito primero con  el Premio Pulitzer en 1953 por El viejo y el mar y al año siguiente el Premio Nobel de Literatura por su obra completa. Su obra narrativa consta de siete novelas, seis recopilaciones de cuentos y dos ensayos. A su muerte se publicaron tres novelas, cuatro libros de cuentos y tres ensayos.


Hemingway nació en Oak Park (Illinois) el 21 de julio de 1899 y en una edad muy temprana  empezó a despertar su interés por el mundo de la literatura. Colaboró y participó activamente en la redacción  de cuentos y reportajes para el periódico de su instituto y sin terminar sus estudios en la universidad comenzó a trabajar para el periódico Kansas City Star.  Hemingway tuvo una vida agitada y aventurera, llena de avatares y peripecias que le llevaron a participar en la Primera Guerra Mundial como conductor de ambulancias. Un herido de guerra que plasmó sus fuertes vivencias en Adiós a las armas en 1929. No podemos dejar de recordar el sentido americano de Hemingway que tuvo una infancia adolescente típicamente anglosajona, proveniente de la cantera del Medio-Oeste. Una vida familiar conflictiva le indujo a seguir la trayectoria de muchos jóvenes del siglo anterior y huir hacia lugares más seguros.



Durante los años veinte se exilió a París y allí tuvo la oportunidad a mezclarse en los ambientes vanguardistas y relacionarse con escritores que aportaron sabiduría y conocimiento a su vida profesional y literaria. Scott Fitzgerald, Gertrude Stein. Sin embargo el exilio de EEUU supuso para Hemingway apartarse de los miembros de su generación que no abandonaron su país. Años más tarde y después de su segundo matrimonio publica una serie de novelas (Fiesta, Muerte en la tarde, Por quién doblan las campanas, Las nieves del Kilimanjaro).  



Dos períodos son clave en la vida de Hemingway, el primero que abarca los textos publicados hasta 1950 de carácter modernista y las publicaciones de posguerra innovadoras dentro de una esfera estética-literaria. Hemingway a caballo entre una época del jazz y la Gran Depresión de 1929 es uno de los clásicos de la literatura del siglo XX que más ha impactado en las generaciones de escritores y periodistas siendo un símbolo sociocultural dentro del canon occidental literario. Un mundo en guerras le dejó profundas cicatrices corporales y heridas personales que marcaron su trayectoria literaria y le envolvieron en una serie de traumas psíquicos de los que siempre adoleció como mutilado de guerra. Los cambios ideológicos y culturales del XX le influyeron a Hemingway en su estilo narrativo y en la forma en que dio vida a sus personajes masculinos desde una perspectiva machista. Un trasiego de borrachos, boxeadores, toreros y veteranos de guerra poblaron el universo narrativo de Ernest perdiéndose muchas veces, los matices del autor, de los narradores y personajes debido a las traducciones que se han hecho de su obra. Algunos críticos la han calificado como “misógina y homofóbica”. Su creación artística estuvo influenciada por los círculos vanguardistas de París y Viena así como el contacto con las clases ricas de una sociedad adinerada, refugiada en estas dos ciudades, donde se resaltaron las ideas de las masas populares, el sujeto como individuo,  guiadas por la revolución rusa y el fascismo.



Para Hemingway lo importante en este momento del exilio era permanecer cerca de los círculos políticos y personalidades intelectuales del momento entre los que cabe destacar Eliot, Ezra Pound y Gertrude Stein. Ese contraste europeo vanguardista y el Medio-Oeste de donde procedía le aportaron una concepción teórica y filosófica a la vida del escritor y de su obra. A su vez, la modernidad de París estaba de moda y viceversa. Su vida de recién casado con Hadley Richardson (1921), la primera de sus cuatro esposas refleja la influencia de los escritores y artistas modernistas de la comunidad de expatriados, la llamada Generación Perdida (John Dos Passos, Ezra Pound, Erskine Caldwell, William Faulkner, Ernest Hemingway, John Steinbeck, Sherwood Anderson y Francis Scott Fitzgerald) de la década de 1920 quedando claramente patente en su primera novela de Hemingway, Fiesta, publicada en 1926. Un París alocado, mezcla de fiestas continuas de jazz, excesos del alcohol, tertulias literarias y rodeado siempre de atractivas mujeres condujeron a Hemingway a encontrar un estilo propio dentro de la literatura dentro de un momento histórico-cultural rico y variado para llegar a sentir a París como si fuera una auténtica fiesta. Tras los desastres y los horrores de la Primera Guerra Mundial, Hemingway aprendió a captar el ambiente y el sabor de los lugares, un momento similar a la irracionalidad parisina rechazando la tradición racionalista y apostando por los nuevos sentimientos del subconsciente freudiano o en el mundo de la naturaleza.

“Hemingway esperaría hasta el final de su vida para recuperar la capital francesa en las páginas agridulces de París es una fiesta, la nostalgia del libro y el inevitable lirismo que se apodera de los críticos cuando evocan la famosa “generación perdida” en  París ha distorsionado la actitud del escritor”. (Stanton, 1989: 40).





A Ernest Hemingway se le considera uno de los mejores escritores más influyentes del siglo XX que ha analizado a conciencia los hitos de la historia, analizando de forma brillante y exhaustiva, los conflictos bélicos y más concretamente, la Guerra Civil española. Cuarenta años de contacto con España le sumergieron en una simbiosis completa con nuestro país considerándolo como “el país que más amaba” aparte del suyo. Según Baker (1985), Hemingway declaraba en una carta: 


España es el mejor país de todos. Es un lugar virgen e increíblemente salvaje y maravilloso”. (p.107).

En la primera parte del siglo XX aparece en primer plano el interrogante del arte y su función estética, un debate surgido en la época que se remontaba a los tiempos de Aristóteles y Platón de la función mimética de la literatura, más tarde suplantada por la idea de creación humana en el Renacimiento. Sin embargo, será en el Romanticismo cuando alcance su valor máximo proponiendo la idea “arte por el arte”. Esta idea heredada por el modernismo produce un enfrentamiento con los modernistas realistas las tensiones producidas por el movimiento post-revolucionario ruso.

Ernest Hemingway enclavado en un movimiento estético de los años 20 se decanta por una cuidadosa producción literaria entre divergencias y asimetrías sociales donde demuestra una trayectoria social, ética y realista proyectada en su obra y más concretamente, en sus artículos periodísticos publicados en el Kansas City Star y el Toronto Star. Sus características estilísticas se basaron en impactar al público lector mediante los efectos comunicativos y la brevedad en cuanto al texto. El vocabulario, la  sintaxis y la semántica siempre adaptados a la vida cotidiana, sin figuras ni tropos propios de los istmos. Los rasgos estilísticos de su narrativa no le permiten diferenciar su estilo periodístico del literario sino acercarlos por medio del imaginismo literario asociado y ligado a Ezra Pound. Intentó llegar a la esencia de la “frase verdadera” al tiempo que otros movimientos estéticos surgían y caían a su alrededor como el Dadaísmo y el surrealismo.



Un vanguardismo modernista embarca a Hemingway en analizar una cosmovisión determinada y concreta de la realidad aunando temas relacionados con la guerra y la literatura, arrastrados a elegir entre un carácter destructivo de la realidad primitiva a través de la mentira creativa o la inacción. La elección lleva a Ernest Hemingway a optar por lo primero transformándolo mediante la captura del tiempo, de la sensación y del instante vivido. (Penas, Beatriz: 1989: 146).


Su narrativa se caracteriza por una continua búsqueda del lenguaje aportando una potente creación literaria a sus escritos de acuerdo a los principios estéticos literarios del momento y acercándose a sus compañeros de generación (Eliot, Pound. Hulme); de los años 21 a los 61 pasó de un modernismo a un posmodernismo o modernismo tardío. La parodia, la ironía estructural y la narrativa especular en donde él hará una más profunda reflexión de su propia narrativa acercaron a los lectores a su proceso creativo y artístico. 



La literatura de Hemingway apuesta por la pureza y lo elemental, su experiencia basada en lo verdadero y el afán de la nostalgia. A pesar de que el mundo se sume en la máxima decadencia, Ernest Hemingway busca trasladar la emoción al lector y sumergirle en la realidad de los hechos dando veracidad y verosimilitud.

“Junto a las impresionantes crónicas de la guerra civil española, o sobre la entrada de los aliados en París, o de la retirada de los alemanes derrotados, están los sabios artículos de Hemingway en los que nos cuenta de sus cacerías en el África, de sus jornadas de pesca en la costa cubana -origen de su El viejo y el mar- de sus experiencias tan personales y tan íntegras en las corridas de toros en España”. (Vargas, 1969: 56).



Un dato curioso en la vida de Hemingway es su continuo deseo de abandonar su lugar de origen; Italia, Francia, la sabana africana o España fueron los lugares más transitados en su narrativa, destinos que sin lugar a dudas, fueron los escenarios que recorrió a lo largo de toda su vida. “La última buena tierra era España y Hemingway creyó que el único pueblo bueno que quedaba en Europa era el español”. (Stanton, 1989:16). Hemingway se sintió identificado y atraído con el mundo español debido a los valores que entrañaban, a la versión fatalista de la vida y a la rebeldía innata. Se interesó especialmente por la violencia y la muerte latente en el mundo de la tauromaquia y su experiencia como corresponsal en la Guerra Civil española. Ahondó por una parte, en la fiesta nacional ritualizada como manifestación artística y otra en la que no estaba sujeta a ningún tipo de reglas.

Ernest Hemingway, personaje taurino por antonomasia encontró el mero placer estético en el peligro y posibilidad de morir ante un animal.



“La corrida no la considera un espectáculo sangriento sino como una auténtica tragedia donde la proximidad entre la vida y la muerte generaba una tensión entre el público asistente a los ruedos que culminaba cuando el torero hundía su estoque en el fornido cuerpo del toro”. (Marín Ruiz, 2011: 117)



Para el escritor la tauromaquia es un arte exclusivamente masculino y no un deporte. En su libro Muerte en la tarde Hemingway se obsesiona por la idea de la muerte  dando la impresión que lo que desea es estetizar reparada en el acto de cómo lo hace los españoles mediante la corrida (Said: 2013). 

¿Qué significaba el tema de la guerra para Hemingway?




A punto de finalizar su obra Tener o no tener estalló la Guerra Civil en España. Ernest Hemingway acudió inmediatamente apoyando a la República en todo cuanto fuera necesario no solo como un simple corresponsal de guerra sino colaborando en el adiestramiento de tropas y elaborando artículos de guerra durante los años 1937-38. Su frecuencia en los medios de comunicación varía notablemente dependiendo siempre del frente activo en cada momento. Actuaba de un modo palpable la censura en España quedando por tanto, fuera de juego y con altas dosis de censura los artículos publicados dentro España y por el contrario, con máxima libertad, los escritos fuera. Concede cierta legitimidad a las tropas republicanas a pesar de tu total imparcialidad en las crónicas de guerra. No obstante, Ernest Hemingway intenta el apoyo de otras potencias mundiales a la causa republicana. En sus críticas de guerra se encuentra el empleo de la técnica objetivo y el tema de la solidaridad humana pero también denuncia la presencia de naciones extranjeras en una guerra que en principio la participación internacional estaba vetada.

Sería complicado y difícil imaginar a Hemingway en la España actual del consumismo, la era de las comunicaciones y la cibernética, en un mundo donde los seres humanos solo quieran vivir el presente, el futuro y el pasado pierden importancia y existe una búsqueda de lo inmediato perdiéndose la personalidad individual a favor de las modas sociales pero al menos, volvería a tomar un chato de vino y recrearía de nuevo, su visión social y estética en una corrida de toros.

BIBLIOGRAFÍA:

-          Baker, C. (1985). Ernest Hemingway. Selected Letters (1917‐1961). New York: Scribner.

-          Hemingway, Ernest.(2005).  Muerte en la tarde. Barcelona.

-          Martínez Ruiz, R. (2011). El tratamiento estilístico de la tauromaquia en la narrativa breve y en los artículos periodísticos de Ernest Hemingway. ENSAYOS, Revista de Educación de la Facultad de Albacete, 26, pp. 113-123.

-          Penas Ibáñez, Beatriz (1989). Hemingway modernista (1925-1950): el sentido trágico de la memoria y la historia. Cuadernos de investigación filológica, 15, pp. 154-155.

-          Penas Ibáñez, Beatriz (2007-2008). Memorias de una generación no perdida: John Dos Passos, Scot Fitzgerald, Ernest Hemingway, Mª Teresa León. Cuadernos de investigación filológica, 33-34, pp. 193-212.

-          Roldán Torreño, Miguel Ángel (2014). Ernest Hemingway: su visión sobre la guerra civil española. Ab Initio. Revista digital para estudiantes de Historia, Año 5, 9, pp. 131-152.

-          Said, Edward W. (2013). Reflexiones sobre el exilio. Ensayos literarios y culturales seleccionados por el autor. Debolsillo (EPUB-DRM)

-          Staton, Edward F. (1989). Hemingway en España. Traducción de Joaquín González Muela. Madrid: Castalia

-          Vargas, Germán (1968). Un libro de crónicas de Hemingway. Boletín Cultural y Bibliográfico, 11(12), pp. 55-56.

Comentarios

Entradas populares