“LA GUERRA SE VENDE CON MENTIRAS” de Jorge Adrián Hernández

“LA GUERRA SE VENDE CON MENTIRAS”


“La guerra se vende con mentiras”. Recurro a citar a Galeano para establecer un disparador que me permita iluminar algún pensamiento. Me pregunto si lo ocurrido en París se reiterará mañana, pasado, la semana siguiente, el mes que viene y se convirtiese en algo a lo que nos acostumbrásemos por años… Pues bien eso ocurre en Gaza, Irak, Afganistán, Siria, Ucrania, Beirut, Líbano, Turquía, Egipto, etc., etc. Surge nuevamente esa falsa moral, esa hipocresía, de condenar los actos terroristas en paralelo con la justificación del terror de Estado, surge nuevamente el acérrimo énfasis de caer en la masificación de pensamiento que sistemáticamente implementan los medios de comunicación planteando una ética dispar antes estas masacres. Afirmo: No se aplica esa misma ética si afecta a Occidente que si afectan a países llamados periféricos.

Creo que la crítica sobre la masacre del llamado 13N —periodismo de títulos y no de contenidos— debería apuntar a preguntarnos concienzudamente a quién favorece, quién las patrocina, en lugar del juzgamiento a priori de quién las provocó. Las masacres no se producen porque sí. Y para esto es necesario evitar pre-conceptos, prejuicios y pensar esto desde un todo llamado humanidad, y no, terminantemente no, desde la sola visión de las clases dominantes. La crítica desde un ángulo parcial nos lleva indefectiblemente a la destrucción de la humanidad por sí misma. Camino que, tristemente ya estamos transitando.


      “Si el mundo necesitaba respuestas, había que buscarlas allí, en los pasados coleccionados, en los presentes silenciados”,  escribía Lévi-Strauss en su libro L’Anthropologie face aux problèmes du monde moderne, compuesto de tres conferencias dadas en la primavera de 1986 en medio de un mundo en conflicto en donde la humanidad se debatía entre dos polos siniestros. En un extremo, la Ilustración convertida en no más que una utopía en el olvido, una primavera devenida en invierno cuya coordenada final se situaba en Auschwitz; y, por otro lado, aún a pesar del paso de los años, los frutos consecuentes del colonialismo corrompiendo, en el sentido más amplio y polisémico del término, todo vestigio en la tierra de aquello que no se identifique con Occidente.  No me inspira optimismo alguno a que las cosas cambien, por lo menos es lo que veo en las reacciones de los Estados capitalistas que lideran esto y que en definitiva, embriagados en sus morales y en sus discursos en nombre de Dios, con su intapable beneplácito disfrazado de rostros de dolor, encuentran la justificación de sus políticas antiquísimas de intervención militar en Oriente medio y África. ¿Hace falta preguntar por la tan obvia respuesta de a quiénes benefician estos atentados? Adivinaste. 

El discurso de los líderes mundiales de hoy y siempre plagados de recursos retóricos con claras intenciones de justificar hechos nocivos para la humanidad, que ponen a Dios como protagonista para poder en nombre de “Él” cometer las peores atrocidades, de Occidente hacia la periferia. La Religión como vía justificadora de la violencia en búsqueda del “orden”. Me pregunto, ¿cuál es el origen de la palabra “religión”? Encontré dos orígenes, uno latino, que remite al verbo “religare”, que significa "estar unido a"; y otro que viene del griego y significa “unión con la Divinidad”… Sea cual fuere, ¡Vaya paradoja!


     Émile Durkheim observaba como punto de partida a la religión como hecho social, y a su génesis como fruto de las necesidades sociales. Y afirmaba que las sociedades  creaban  religión cuando entraban en efervescencia. Hecho social que en la actualidad es infinitamente necesario para el apuntalamiento de la creación de un camino que nos lleve a conflicto alguno, manipuladoramente inventado, por cierto. Creo firmemente que los conflictos bélicos no son más, ni menos por cierto,  que la carencia o privación del diálogo, el darle la espalda a la política como tal. Es la refutación terminante del Yo plural, el NO por defecto al de al lado. Nos encontramos ante seres que militamos infinitas actividades humanas, pero lejos estamos de militar el humanismo. El hombre del presente, que es un canje en su estado natural, está sustancialmente embriagado de una espiritualidad de dominación. Sumergidos intrínsecamente en la necesidad de establecer premisas de conflictos acorde a propias necesidades, párrafos anteriores me referiría al ser humano como “canje”; vaya aquí mi justificación: en su énfasis psicótico de dominación basta como ejemplo el Islamismo como “absoluta justificación” de la industria bélica sostenedora primordial del sistema capitalista.


      El filósofo contemporáneo argentino José Pablo Feinmann sostiene que en los '90 aparece la revolución comunicacional: “El capitalismo en su énfasis por dominar genera esta revolución. ¿Cuál? La revolución comunicacional”. Planteando una hipótesis muy interesante, a saber: para poder crear guerras urge una necesidad imperativa que es la de enloquecer a la población, para eso implícitamente están los medios comunicacionales (sean cuales fueren: televisión, radio, cine, Hollywood como abanderado, Internet, Facebook, Twitter), para la creación clara y concisa generación de una paranoia colectiva, necesaria para toda justificación… Injustificable, me permito acotar. Esto indefectiblemente deriva en realidades tales como, según palabras de Feinmann, que me permito hacerla mías, “Maten a los que ustedes dicen que son malos”. La ambición desmedida de los poderes de turno genera una suerte de sentido común acorde a sus intereses. El sentido común es un pensamiento que somete intencionalmente al pensamiento como tal. Lo desubjetiviza, le quita singularidad, remite nocivamente al pensamiento que dictamina el poder. En un sarcástico juego estrictamente diseñado, medios de comunicación mediante, en el que se apunta a un discurso único. No son improvisadas las palabras de Joseph Goebbels cuando decía “Muchas repeticiones hacen una verdad”. Es imperiosamente necesaria la creación del terror en la sociedad, esto y solo esto sirve como génesis de toda justificación de políticas con intenciones claramente nocivas para la humanidad toda… Aunque, claro está, el sentido común no nos permita verlo.

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