Un EPOC...Pudo morir y vive feliz gracias a un donante

Pensativo ante el cristal tosió de forma repentina y cayó fulminado al suelo; un desmayo sin graves consecuencias le dio una primera alerta ante su enfermedad. Algo rondaba en su mente antes de su caída, tal vez mareos sin importancia, falta de oxígeno al pasear, cansancio acumulado sin causa concreta…en fin, una serie de episodios continuos le fueron sucediendo a lo largo de un mes en distintos lugares y ante diferentes situaciones. Mahler siempre a su lado, con su sinfonía número 5 le acompañó en esta serie de agravantes día a día en los que empezó a notar su debilidad a la hora de hacer sus actividades diarias. Sus cuadros vanguardistas, sus dibujos a tinta china, sus lecturas cotidianas y hasta su sonrisa continua se fueron apagando y sumiéndose en un continuo letargo. Su sillón y una manta de cuadros le hicieron compañía en aquellos días de desaliento y soledad, en los que empezó a comprobar que su respiración era lenta y pausada y cada vez el aire pasaba con mayor dificultad a sus pulmones.


A través de las largas tardes de aquel invierno del 2013 los episodios eran cada vez más continuos, largos y angustiosos; se sucedieron los ingresos uno día sí y uno no, en el hospital más cercano debido a su falta de oxígeno en los pulmones. No entraba apenas aire por sus conductos respiratorios y su actividad se reducía a sentarse en su butaca, leer el periódico y mirar la lluvia caer por el alféizar de la ventana. Absorto y melancólico en el paisaje, en la calle, en la vida diaria, en cualquier lugar que pusiera su mirada, su existencia reducida y enlentecida le abrumaba, le causaba miedo y depresión, le producía angustia el perder día a día el pulso que siempre había tenido, con el que tan maravillosamente había pintado y diseñado sus planos y dibujos…Una caída en picado de su Alma dormida, unos pulmones que día a día se debilitaban y le hacían ver la vida de blanco y negro en los que sus movimientos eran escasos y sus ataques de tos y ausencia de respiración eran atroces. Nunca se había percatado de lo que significaba tomar el aire, respirar lenta y delicadamente sin tener que supeditarse a tubos y bombonas de oxígeno, respiradores artificiales y estancias en aquellas habitaciones verdes esmeralda haciendo juego con las batas de los médicos donde pasar el tiempo sin saber cuántos días de vida o de sufrimiento le quedaban.


Veía la vida pasar como un suspiro, a toda prisa sin tener tiempo para despedirse ni tan siquiera hacer lo que tanto había anhelado y querido hacer desde hace años. Viajes con su mujer, estancias en la costa, relajación en un balneario o la fundación de una empresa nueva. Un sinfín de emociones que siempre deseó tener se iban al traste, sus deseos tirados por la borda, un EPOC se había diagnosticado en su persona y tal vez fuera inminente la muerte. Sus pulmones no respondían, se habían agotado, estaban gastados y el aliento de su boca no desprendía olor ninguno, sus bronquios y sus alvéolos habían perdido la elasticidad y no permitían que insuflara el aire de forma normal. La desidia y el abatimiento muscular, el tedio y el aburrimiento empezar a ser continuos en su mente a pesar de sus esfuerzos por avanzar y salir del bache. Su familia y amigos le acompañaban y le llevaban a realizar continuamente pruebas y análisis pero aún así su soledad no la calmaba nadie, su nebulosa interior, su galaxia única era patente, única en la mente de un enfermo crónico que luchaba por respirar un poco en estado de absoluto reposo para poder seguir viviendo.


La única solución posible ante semejante falta de oxígeno en la sangre era un trasplante urgente, inminente recambio de pulmones de algún donante que lo hubiera dejado escrito en algún documento, que hubiera autorizado y consentido que al fallecer sus órganos se diesen a algún ser humano con verdadera necesidad vital y estos fuesen compatibles en su cuerpo. Pero eso no es tan fácil, ya que gente donante de órganos no hay mucha en el mundo y más que sean compatibles los suyos con los del paciente. La tardanza era lógica pero si se alargaba la búsqueda de unos pulmones sanos que encajaran en su cuerpo, desgraciadamente moriría a pesar de los esfuerzos y deseos de sus médicos, amigos y familia. Las pesquisa se búsqueda se ampliaron a través de la red de la sanidad internacional ya que en España los resultados no habían sido exitosos. En Polonia alguien tuvo un accidente a la corta edad de 33 años y casualmente esa persona dejó escrito en un centro de donación ante notario que cedía sus pulmones a cualquier ser humano que le hicieran falta en caso de muerte. Y así fue. Aquel joven polaco falleció en plena juventud pero le dejó un legado a un español que le doblaba la edad, en situación de angustia y desesperación. En cuestión de unos días se hicieron los preparativos y llegaron a la gran capital de España para poderse trasfundir.


Hoy en día ese hombre al cual se los transfundieron en pleno marzo 2013, vive feliz y contento, ama la vida y la existencia y sigue sonriendo. Se recupera maravillosamente y sueña con hacer el mismo deseo cada día: respirar y hacer felices a los demás.

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