EL CASTILLO DE CARCASSONNE (PARTES I y II)
I PARTE
Cuenta la leyenda que en aquel tenebroso y oscuro castillo de la Edad Media enclavado en medio de los bosques franceses cerca de Carcassone, una antigua fortaleza de la Orden de los Templarios rodeada de murallas acorazadas presentaba aquel día frío y lluvioso del invierno un aspecto demoledor y terrorífico. Diríase que una gran batalla campal se hubiese apoderado de aquellos campos que cubrían los alrededores del castillo, subterfugio de luchadores y guerreros en la época de los Cruzadas.
Dicen que este castillo fue construido por los vizcondes de Trencavel en el S.XII, una auténtica reliquia hoy en día y de la cual existirán huellas sin duda alguna en la historia que hoy nos ocupa.
“Por aquellos pasillos oscuros témpanos de cristal que caían como estalagtitas por las ovales ventanales discurrían las damas de aquella corte de forma inusitada con tonos y ademanes de nerviosismo. Se palpaba en el ambiente por las prisas y la algarabía formada en torno a la habitación del rey que…” – Era la primera frase de uno de los libros de los Templarios que aquel muchacho atrevido, de ojos azul intenso, vivo como una lagartija moviéndose continuamente, recitaba en voz alta a los pies de la chimenea del salón donde el fuego desprendía un calor agradable e intenso. A sus diez años había desarrollado la fantasía y la imaginación con gran avidez, era rápido a la hora de leer y comerse los libros ya fueran históricos, de fantasías, de leyendas… en fin, todo tipo de libros que pasaran por sus manos. Cogía sin freno alguno los libros más sofisticados y complicados que encontraba en la grandiosa biblioteca que su padre, el viejo señor Bernardo, poseía a las afueras de Carcassone una antigua casa de piedra a la que solían ir de vacaciones los dos o tres meses de verano.
A través de su ventana Jorge veía todas las noches mezclado entre la niebla y el vaho aquel castillo de los caballeros de la edad media y muchas veces, se quedaba mirando fijamente, tumbado encima de su cama, con los pies hacia arriba y recostado en su almohada, imaginando y soñando largas y apasionadas historias, creando y fantaseando lo que había leído durante el día en aquellos libros misteriosos y ocultos, tapados muchas veces, por el polvo acumulado en las estanterías. Los pastos verdes que le separaban de aquellas ruinas históricas y legendarias, el ruido del río, medio caudaloso y turbio en algunos tramos, el ambiente gélido nocturno y la bruma contenida en el ambiente hacía que este jovencito de diez años se imaginara partícipe fundamental de aquellos encuentros entre damas y caballeros, siervos y vasallos, guerreros ataviados con su traje y manto blanco con la cruz roja dibujada, montados a caballos con lanzas y espadas, a la “vieja usanza”… Todas las noches eran dignas de leer nuevos capítulos de alguno de los muchos cuentos y libros que encontraba, era un auténtico “fisgón” y “usurpador” de libros, viejos y antiguos a ser posible en donde las palabras y el lenguaje eran dignos de alabanza por él ya que, eran gran parte de su mundo, pertenecía a su vida y a su corta historia; en aquellos momentos de gloria se podía decir que, vivía largas y apasionadas horas de encuentro y deleite con aquellos magníficos gaznates de la lucha y de la guerra, ya fuera por un fin o por varios, por una hermosa dama de la Corte o por ser el privilegiado o simplemente, el hombre de confianza de un rey a quien respetar y apoyar, defender en la batalla hasta las últimas consecuencias.
Seguramente que las historias y leyendas urdidas en torno a aquella época entrañarían amor y pasión como aparece en los libros que saqué del viejo estanque de madera detrás de una de las librerías de mi padre – pensaba Jorge para su interior mientras, los ojos se le iban cerrando sin darse cuenta. Poco a poco y lentamente su sumió en un sueño profundo, lleno de historietas y peripecias.
“Los caballos relinchaban a los lejos, galopaban con fuerza por las laderas escarpadas. Montados bajo sus lomos venían con guerreros armados, solitarios en la batalla y la ciudad era asediada y custodiada por ellos; la muralla de Carcassone era símbolo de fortaleza y templanza, entrañando misterios ocultos bajo uno de los puentes de aquel lugar. La catedral a escasos metros aguardaba los tesoros mejor escondidas de la tierra de aquellos años del ocultismo y esoterismo.
Una dama de la corte paseaba por el claustro de aquel monasterio tan antiguo, unido al castillo fortificado y situado en un lateral de la ciudad; mientras caminaba sigilosa y tranquilamente, una voz cavernosa salió de una de las paredes de piedra, anexionadas a un gran pasillo que conducía por una escalera de caracol a una de las habitaciones del castillo. Asustada y perpleja la joven se separó rápidamente de la pared mirándola asombrada y temerosa; una gran incertidumbre le inquietó de repente cuando se volvió a repetir al unísono otra voz parecida que la incitaba a entrar por la pared, a traspasarla y penetrar en otra esfera espacio-temporal, lejos de la realidad.
Los monjes del monasterio se cercioraron que la bella mujer a la que usualmente no solían ver por aquellos pasillos ni estaban acostumbrados a semejante aparición por ser un lugar dedicado exclusivamente a la meditación y oración, demostraba miedo y pánico en su semblante por lo que se vieron obligados a preguntarle qué le sucedía. Pero, la mujer enmudeció y traspasó la pared en un suspiro, ni tan siquiera parpadeó. Los monjes alertados por no verla miraron al cielo exhalando palabras poco descifrables, las cuales, se evaporaron con el aire frío de la mañana donde la niebla no dejaba ver ni a dos metros de distancia.
Desaparecida de combate bajo un misterio terrible la pared quedó totalmente cerrada, “a cal y canto” y no se volvió a saber nada de ellas. En un silencio sepulcral, quedaron atónitos y absortos por el enigma. Varios guerreros con grandes túnicas blancas portando la cruz Paté en ellas, en las que los cuatro lados rojos iguales simbolizaban los cuatro elementos, las cuatro estaciones y los cuatro puntos cardinales, entraron de sopetón por el claustro del monasterio custodiando cada metro cuadrado en busca de la bella y hermosa muchacha desparecida.
Un viejo reloj de pared marcaba las seis de la tarde mientras el sol declinaba y caía en picado para adentrarse la oscuridad en aquella ciudad medieval. Decían por aquellos lugares que un señor con un manto blanco y la cruz roja paseaba por las noches cerca del castillo alardeando de inocencia y pureza de los caballeros del Temple. Quizá su silueta misteriosa e invisible por las noches del verano capturase también a las jovencitas damas de la Corte a las cuales, a lo mejor no se les volviera a ver durante largo tiempo.
Aquella noche en el transitado castillo debido a la desaparición de la joven en cuestión, se hizo muy larga. Tanto la servidumbre como los guerreros militares de la ciudad al igual que los monjes del monasterio se pasaron buscando sin parar por toda la ciudad a la dama que, tranquilamente paseaba por aquellos pasillos y una voz la capturó y la encerró en el olvido para siempre. En uno de los salones la corte en pleno se reunió y exigió un rápido desenlace ya que la joven era uno de los placeres más codiciados y venerados del rey Baldomero. Según cuentan esta hermosa mujer era única en aquel lugar un tanto tenebroso y casi siempre, oscuro y misterioso en donde las alimañas escondían lo más recóndito del palacio.
El rey mandó buscarla por tierras lejanas, se volvió loco y su amargura llegó a todos los poros de su piel. Día y noche la buscaba, anhelaba sus gustos exquisitos y su belleza desmedida de juventud; recordaba continuamente sus tiernas y dulces palabras hasta convertirlas en su interior continuo.
Los siervos protegían a sus señores y las espadas y caballos eran símbolo de fortaleza que aunaba entre las gentes. Carcassone llegó a ser una ciudad tan amurallada y llena de barreras que cualquier forajido era cacheado y apuntalado con lanzas cruzadas a la entrada donde los interrogatorios eran continuos y exhaustivos. La locura del rey se hizo patente; desgarbado, enfermizo y maloliente, tumbado en sus aposentos pasaba el tiempo lamentándose sin obtener respuesta alguna de la búsqueda de su amada”.
Jorge despertó cansado de tanto soñar. Su primera impresión fue la de salir corriendo e ir hacia al castillo en el que tanto deseaba entrar y ocultarse sin ser visto. Pero…se dio cuenta que todo había sido un sueño del cual disfrutó enormemente y quizá fue debido a leer tantos libros e imaginar tantísimas historias.
De sueños el hombre vive y sin ellos caeríamos en el tedio y en el aburrimiento. ¡Qué delicioso es soñar y vivir de anhelos y deseos aunque únicamente sea por unos momentos¡
II Parte
Jorge
cayó en la cuenta que había sido únicamente un sueño, pero no obstante, al día
siguiente se dirigió al castillo y se propuso adentrarse en él, obviamente sin
ser visto. Era algo un tanto complicado ya que los guardas que lo custodiaban permanecían
día y noche inmóviles en sus puestos. Sin embargo, como buen jovencito que era,
la inquietud y la curiosidad pudieron con él, así que, trazó un plan desde el
salón de su casa desde donde se veían perfectamente los movimientos de cuantos
velaban por la seguridad de semejante reliquia.
Encontró
en un armario de su padre unos prismáticos bastante modernos, pulcros y limpios
como una patena. Los cogió y distraídamente, como si nada en este mundo fuera
con él, se pasó un día prácticamente entero mirando y observando por la ventana
de aquel salón. Su padre, el señor Bernardo mantuvo la mirada puesta en él toda
la jornada; alzaba de vez en cuando sus gafas y le miraba fijamente mientras
leía en uno de sus preferidos butacones, mullido y acogedor frente a la
chimenea, y volvía silenciosamente a proseguir sus lecturas entretenidas. Conocía
perfectamente a su hijo, sabía que algo tramaba en su mente pero como buen padre,
mantuvo la boca cerrada sin decir ni media palabra ni insinuarle tan siquiera
qué miras o qué haces.
Durante
la tarde, la niebla poco a poco fue bajando y el paisaje se quedó totalmente
blanquecino sin apenas vislumbrase los pequeños detalles importantes para Jorge
pero, al menos, había conseguido saber los horarios de apertura y los cambios
de los guardas, los desvelos y sueños que tenían entre los que el despiste era
esencial para colarse en un grupo o simplemente a la salida de él y antes de la
entrada del siguiente; de esa forma, podría adentrase a sus anchas y curiosear
de forma libre, hacer unas cuantas fotos y buscar a la dama de la Corte perdida
si es que realmente existía.
Al día
siguiente marchó a comprar el pan a una de las más antiguas Boulangeries de la
ciudadela medieval ya que su acceso es totalmente libre en el que hoy en día
viven gran variedad de tenderos y artesanos; los tres kilómetros de murallas
que rodean a la ciudad albergan cincuenta y dos torres y dos fortificaciones
concéntricas que hacen de esta gran ciudad un paraíso para los visitantes que
se adentran en su historia, sus costumbres y sus leyendas.
¿A quién le interesa tanto esta ENTRADA? es la más leída...Tengo mucha curiosidad e interés.
ResponderEliminarPues ami me gusto mucho tu relato,despues de visitar carcassonne en moto con mi mujer,escribi la cronica de ese maravilloso dia en el foro del club de mi modelo de moto,copie y pege todo lo aqui escrito en el con la fuente claro esta,te dejo un enlace a un video del dia de mi visita,gracias por mantener vivo este blog.
ResponderEliminarhttps://www.youtube.com/watch?v=Pwf8vAMnKVo